"Ya lo saben" - Cuento propio

Consigna: Escribir un cuento, que incluya: 1 objeto con un jeroglífico, 1 perro negro, 1 objeto filoso, 1 enano, 1 reloj antiguo, 1 espejo roto y que el Narrador o Narradora sea interno, en 1° persona.


Ya lo saben

Son casi las cinco de la tarde y en media hora llegan Licha e Iván. Tengo que contarles la verdad sobre lo que pasó anoche. Merecen saberlo, son mis mejores amigos. Es un lindo día primaveral para estar al aire libre y es lo que vamos a hacer cuando los pibes lleguen a casa. Ya preparé todo. Abrí, con la ayuda de Pau, la mesa de ping pong; preparé unos ricos licuados de frutilla; cargué el parlante para musicalizar; y encerré en el pasillo a Toto, mi querido -pero no tanto por mis amigos- perro negro. Es un salchicha y no le agradan mucho los desconocidos. Con nosotros siempre se porta de maravillas, pero desde que mordió al pintor hace ya dos años es mejor tenerlo guardado cuando hay visitas. Todavía me acuerdo cómo le clavó la dentadura completa en la rodilla al pobre. Casi se la agujerea, estaba rabioso ese día. Es más, haciendo memoria, por si eso había sido poco, también recuerdo que ese día, más temprano, con una enorme torpeza, mientras correteaba por la zona del comedor tiró y rompió un espejo y varias copas de vidrio labradas que estaban sobre una mesita ratona. Día terriblemente fatal para Totito...
"Tic-tac, tic-tac", escucho desde la cocina. El reloj antiguo y tan amado por mamá me indica que ya son las seis de la tarde. Lo ama porque le recuerda a mi abuelo, él y la abuela se lo regalaron hace ya unos diez años cuando volvieron de viaje por Siria y Egipto. Y sigue estando impecable, sin una sola fisura. Es oro en polvo. Nos hicieron lindos obsequios. Yo, siempre rápido y vivo, me le anticipé a Pau y ya me canté para en un futuro no tan lejano llevarme el inmenso cuadro en relieve de Ramsés con jeroglíficos. Ciento por ciento hecho a base de yeso granítico. Es espectacular, soy fanático de esa obra de arte. Siempre digo que algún día quisiera entender cada uno de los signos de la escritura jeroglífica que tiene ese cuadro.
Todavía los chicos no llegaron y tampoco responden los mensajes. Detesto que sean tan colgados. No el hecho de que digamos que el encuentro es a las seis y no lleguen porque a mí también suele pasarme. No soy yo el indicado para hablar y sacar chapa de puntual. Pero, ¿por qué carajo no responden en WhatsApp? Y peor aún, habiendo estado en línea. Ya está igual, voy a tranquilizarme. Dejo de molestar. Si quieren venir, van a venir. Si no quieren, los licuados los tomamos nosotros y los partiditos de ping pong los juego contra Pau, que juega el triple mejor que estos dos...
—Santi, ¿ya llegaron? —preguntó gritando desde arriba mi hermana.
—No, todavía no. Y tampoco sé si van a venir —respondí.
—¿Cómo que no? ¿No habían arreglado? —volvió a preguntar gritando.
—Sí, pero ya sabés cómo son estos dos... Tonto y retonto. ¿Por qué preguntás tanto? ¿Tenés ganas de ver al enano? —dije, sabiendo que eso la haría enojar a mi hermana.
—Idiota. Por lo menos quiere verme —concluyó pegando un lindo portazo.
"Tic-tac, tic-tac", vuelve a sonar el reloj. Son las siete de la tarde. Mi resignación ya es total. No van a venir. ¿Se pusieron de acuerdo estos dos hoy? Dios santo... No los invito más, me cansaron. Iba a contarles todo, sin omitir ni el más mínimo detalle. Porque el que las hace debe hacerse cargo y atenerse a las consecuencias. Y yo estaba más que dispuesto, pero ellos no. Empiezo a pensar que desde hoy temprano ambos están raros conmigo, diferentes. Empiezo a darme cuenta recién ahora. Por lo menos quiere verme. Por lo menos quiere verme. Esas cinco palabras se repiten en mi cabeza, hacen que me tense cada vez más. Me está cayendo la ficha. Qué boludo. Recién ahora... Ya lo saben.


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