"Que sea pronto" - Cuento propio
Consigna: A partir de Poissant
"Después del viaje con Cam, Dan decide viajar a Baton Rouge para recomponer el vínculo con su hijo. Revise el tratamiento de este hecho en los dos cuentos leídos y escriba otro cuento en el que ese viaje se cuente en primer plano, mientras, en segundo plano, Dan recuerda episodios de la infancia o más cercanos.
En esa retrospección puede referirse, por ejemplo, al vínculo con su padre o a los comienzos de la relación con su ex mujer, Lynn, o a cómo tomó la noticia de que iba a ser padre, entre otros que a usted pueda interesarle. Por supuesto, su narración debe resultar autónoma. Extensión sugerida: entre tres a cinco carillas".
Mi corazón me lo dictaminó de esta manera. El empleo, mis responsabilidades en casa y cualquier otra cosa en este momento puede esperar. Ni siquiera considero las consecuencias negativas que vendrán. Posiblemente pierda mi puesto en el trabajo. No creo que el inflexible Mickey tolere esta ausencia sin previo aviso, y ya no tengo forma de comunicárselo. Podría haber ido hasta el restaurante y, aunque sea, avisarle cara a cara que no iba a poder trabajar esta noche. Pero conociendo a mi jefe, esa charla hubiera demandado bastante tiempo, y lo que menos tengo ahora es tiempo. Además, últimamente la relación con él venía de mal en peor desde que discutí fuertemente con un cliente. Pero, sinceramente ya me da igual, no viene al caso. Estoy convencido de lo que estoy haciendo y creo que es el momento indicado para ir rumbo a Baton. Para intentar recuperar todo los momentos que he perdido con Jack. Pareciera que el cielo se está por caer, hace tiempo no se daba un temporal así en esta parte de los Estados Unidos. La lluvia es incesante hace ya más de una hora y el viento proveniente del Golfo sopla, con el correr de los minutos, cada vez con mayor intensidad. Algunas, parecen piedras disfrazadas de gotas. Impactan sobre la chapa negra de la camioneta con tanta vehemencia que hasta siento que llegan a abollarla. Pero ninguno de todos estos factores climáticos adversos irrumpieron en mi mente para que detuviera la marcha por lo menos algunos minutos. De ninguna manera. Además, frenar y quedarme sin hacer nada implica que mi cabeza empiece a maquinar. Que empiece a reprocharme, a preguntarme miles de cosas. En síntesis, no era una alternativa viable y tampoco me tomé el tiempo necesario para analizarla. La radio siempre es mi fiel compañera de ruta. No importa qué logre sintonizar, necesito que esté de fondo, que alguien me esté hablando. Y si no hay buena señal y se torna fastidiosa de oír, los discos de los Beatles nunca fallan. Con la radio, todo es más llevadero. Creo que todos mis largos viajes arriba de esta camioneta no hubieran sido posibles sin ella. Así que, esta noche también estoy acompañado, y por el momento la señal es buena. No tengo sueño. Tengo que estar a primera hora en Goodwood Ave, donde actualmente viven Lynn y mi pequeño Jack. Espero poder verlo. Es lo único que deseo.
* * *
Recuerdo como si hubiera sido ayer el primer viaje arriba de esta camioneta, con mi ex mujer, por aquel entonces novia. Aparento ser un tipo duro, frío, sin sentimientos. Pero no lo soy. Esos momentos quedan marcados en mí. Fuimos cuatro o cinco días a Houston, a visitar a los padres de Lynn. Por aquel entonces, en el trabajo podía realizar ese tipo de escapadas. Qué lindas épocas, sin tantas presiones, disponía de mayor tiempo...
Hacía algunos meses que estábamos de novios. Si están esperando algo romántico o inusual sobre cómo nos conocimos, temo decirles que los defraudaré. Y tampoco deseo explayarme tanto al respecto. En esas épocas solía ir tres veces a la semana a un pub con mi primo Billy y con Malcolm, un amigo suyo. Hamburguesas, tragos y billar. Jazz y rock. Disfrutaba mucho de esos encuentros nocturnos. Y fue allí, en ese pub de nombre Sputnik, si mi memoria no me falla, donde conocí a Lynn. Una calurosa noche de verano y con unos cuantos whiskies de más. Malcolm nos había avisado ese día que había invitado a unas conocidas a esa noche de Sputnik. Y una de ellas era Lynn. Allí empezó todo. Recuerdo que esa noche no me retiré tarde ni en soledad del pub...
* * *
Ya falta cada vez menos. La ruta desierta me permite tomarme algunas atribuciones en cuanto a la velocidad. Y mi camioneta siempre está lista para ello. El cielo está negro y nublado. Hace mucho frío y la ventilación no anda del todo bien. Por suerte estoy abrigado. Horas atrás llovía de forma estrepitosa, afortunadamente ya no. Llovizna de a ratos. Comí unos cuantos snacks salados y tomé gaseosa. Recargué energías, necesitaba ingerir algo. Mi cuerpo ya me lo estaba pidiendo. Ya con muchos años de ruta sé que siempre es bueno dejar provisiones acá. Es automático, ni lo pienso y siempre algo encuentro. La camioneta tiene combustible ya que con Cam bajamos en una estación de servicio y nos llenaron el tanque cuando volvíamos para dejarlo en su hogar. A diferencia de lo que mucha gente prefiere, a mí no me gusta frenar en medio del trayecto para que me carguen gasolina. Soy de los que prefieren parar lo menos posible, lo justo y necesario en la ruta. A veces, en viajes tan largos, es recomendable hacerlo mínimamente dos veces, pero yo con hacerlo una vez ya estoy bien. Y siempre que bajo lo hago con el mismo objetivo: ir por un café bien caliente. La radio, de compañía, y el café para mantenerme cien por ciento despierto. Y si hay hambre, alguna que otra dona no viene nada mal...
Todavía no estoy pensando en qué sucederá cuando vea a Jack, en cómo reaccionará y en qué diré yo. ¿Y si me quedo mudo? Esos pensamientos sé que vendrán a mi cabeza una vez que esté próximo a Baton Rouge. Ojalá que los nervios no se apoderen de mí. Ojalá que esta vez fluyan las palabras y no el orgullo como la última vez el día de la mudanza. No aguanto un solo segundo más sin estar con mi hijo. La última vez que pasé tanto tiempo sin verlo fue cuando se había ido de campamento con el colegio. Había sido uno de esos extra large, hace ya varios años.
—Pasala lindo y cuidate, hijo.
—Sí, pa.
—No te alejes, en ningún momento y bajo ninguna circunstancia, de tus maestros ni de tus amigos.
—No, pa. Me voy a cuidar. Nos vemos a la vuelta. Sabés que soy muy obediente. Hace mucho que vengo esperando este campamento. Va a ser una oportunidad única para estar en contacto con la naturaleza.
Le di un fuerte abrazo, lo llené de besos y él, rápidamente y propio de un niño contento y ansioso por lo que iba a vivir, se dirigió corriendo hacia el autobús que los transportaría.
Y esa vez habían sido cuatro o cinco días... Absolutamente nada comparándolo con estos tiempos difíciles que atravieso. Y esa vez tenía la certeza de que él iba a estar feliz de volver a su casa luego de jornadas de aventuras al aire libre, de juegos y de momentos únicos con sus compañeros. Feliz de volver a verme. Ojalá algo, aunque sea lo más mínimo, me hiciera sentir que él va a estar feliz y ansiando volver a verme. Pero la última vez no hubo un "nos vemos a la vuelta". No hubo besos ni abrazos. Y eso me carcome la cabeza...
* * *
Sigo al volante. Hace cuarenta y cinco minutos hice mi parada obligatoria. Me detuve en una modesta gasolinera y finalmente compré café y tres donas. Era el empujón necesario para este último tramo del viaje. Suena "Please Please Me", uno de los grandes discos de los Beatles. Ya no llovizna, pero sí hace mucho frío. Me pongo a pensar en lo que vivimos en estas últimas horas con Cam. Fue una verdadera locura. Arriesgar nuestras vidas para liberar al enorme caimán. Lo pienso ahora, en frío, y verdaderamente no comprendo cómo accedí a colaborar. Le debía un favor enorme, es cierto. Pero nunca imaginé que se lo iba a retribuir devolviendo a su hábitat natural a un bicho extremadamente peligroso. E inevitablemente vuelve a aparecer en mis pensamientos Jack. Él, muy amante de los seres vivos y de la naturaleza en general, creo que estaría muy orgulloso de su padre. Si es que todavía le queda algo por lo que pueda llegar a sentir orgullo de mí... Siempre tuvo una conexión muy particular con los animales, desde pequeño. Leía y se instruía sobre el tema. Con Lynn, lo llevamos muchísimas veces a diferentes parques y él correteaba buscando ardillas, castores, conejos. Era el plan perfecto de fin de semana. Hacíamos picnic, íbamos para el mediodía y regresábamos cuando caía la tarde. El contacto con los seres vivos le apasiona. Tenía (y seguramente siga teniendo) una colección de juguetes, toda de animales; leones, tigres, elefantes, aves, osos. Y hubo un día, hace ya muchos años, en que me dí cuenta verdaderamente que esto le apasiona. Con Lynn habíamos pensado ir rumbo a San Diego y pasar el día en el zoológico que se encuentra allí. Creíamos que era una excelente idea para que Jack pudiera observar a muchísimos de los animales que diariamente ve en la televisión y en su colección de libros.
—Hijo, ¿estás listo?
—Más que listo, pa. Ya preparé todo. ¿Qué parque toca hoy? El día está espléndido.
—Hoy será un sábado especial, Jackie. No será tarde día de parque... Será día de zoo y con Lynn estamos más que ansiosos.
Pero antes de que le dijéramos que ya se subiera a la camioneta, su rostro inocente y alegre se desdibujó por completo. Como si le hubiéramos dado una noticia devastadora, de esas que nadie quiere oír. Es hasta el día de hoy que tengo presente como sus ojos redondos llenos de luz se iban cerrando con el correr de mis palabras. Al principio no entendía. Creía que algo le había sucedido. Con Lynn nos asustamos. Pensé instantáneamente en Phillip, su estúpido compañero del colegio. Pero no, no tenía que ver con el colegio ni con ningún problema previo. En vez de dirigirse al vehículo con su mochilita verde, salió como un chohete hacia su habitación. No se fue llorando, pero sí estaba inundado de tristeza. Con mi ex esposa esperamos a que subiera y escuchamos el portazo que dio. Nunca antes lo había hecho. Fue uno de esos que solía dar Lynn cuando discutíamos. Con esa misma potencia. Subimos y estaba en su cama, acostado boca abajo. Se había quitado la mochila. Costó sacarle palabras al comienzo y preferimos no agobiarlo ni llenarlo de preguntas. Pero realmente no comprendíamos la situación y eso nos alarmaba. Porque pensábamos en cosas horribles. Pero pudimos controlar la circunstancia con experiencia. Se dejaba acariciar. Con el correr de los minutos su cuerpito fue tranquilizándose. Al principio temblaba y eso también nos asustó. Pero pudimos contenerlo y logramos que Jack nos contara qué le sucedía. Cuando nos contó, nos volvió el alma al cuerpo...
—Vamos, hijo. ¿Qué es lo que pasa?
Jack, lenta y tímidamente, se sentó en medio de la cama y se expresó.
—No han hecho nada mal, ustedes no se preocupen. No tengan miedo porque no me ha pasado nada. Simplemente me horroricé al imaginarme entrando en un zoológico. Pagando un boleto para ver animales encarcelados, tristes, fuera de su hábitat. Y a miles de personas caminando por allí, como si nada. Creyendo que eso está bien, que es correcto. Los animales allí no son felices y es absurdo que sigan existiendo zoológicos en este mundo. No son prisioneros. No son objetos como en un circo para la diversión de los humanos. Simplemente en eso pensé. Porque además, hace una semana vi un documental completo sobre este tema. Y aprendí mucho. Los zoológicos dan asco y mi deseo es no pisar uno nunca.
Con Lynn nos miramos, ambos lo sujetamos bien fuerte de la mano y nos fundimos en un abrazo que jamás olvidaré.
—Gracias por abrirte, Jackie. Qué lindo que seas así, hijo. Y tienes razón, nunca lo habíamos pensado de esa forma. Nunca es tarde para aprender. De ninguna forma iremos allí. Ni hoy ni nunca. Será otra fantástica tarde de parque, de picnic y con el ruido de los pájaros. Ahora, ponte las sandalias y ya vámonos -concluyó Lynn-.
Nunca es tarde para aprender. Cuánta verdad...
* * *
Todos estos flashbacks me ponen triste. Me hacen querer regresar allí. A ese preciso tiempo. A ese preciso espacio. Pero tengo que dejar de vivir de recuerdos y debo enfocarme. Ahora sí: estoy pasando Old Jefferson, ya cerca de Baton Rouge. Casi sin darme cuenta, se fue la noche y empieza a llegar el día en Estados Unidos. El sol pareciera asomar, pero no del todo. Escuché el pronóstico del tiempo recién en la radio y dijeron que será una linda jornada. Hace mucho frío, pero me conozco y sé que no tiemblo por eso. O quizá eso también ayude. Estoy cada vez más nervioso. El "gran puto caimán", como lo llamó Cam, y todo lo que vivimos en Lee es nada comparándolo con esto. Porque lo único que hago ahora es pensar. Ahora mi cabeza está maquinando a más no poder. Ahora mi cabeza se pregunta a más no poder. Y hablando de Cam, me encantaría tener una recepción como la que tuvo con Bobby. Llegar, que esté mi hijo esperándome y olvidarme de todo mientras lo abrazo, mientras lo beso. Mientras huelo alguno de los perfumes que alguna vez le regalé. Cualquier problema pasa a un segundo plano. Pero sé que eso se escapa de la realidad. Sé que no será así. Porque fui un estúpido con todas las letras. Porque yo, y solamente yo, me gané esto. La culpa es solamente mía. Por ser violento, egoísta, intolerante. Y mis padres no me criaron bajo esas premisas. No soy eso. Y lo único que quiero es recuperar, muy de a poco, la confianza de mi hijo. ¿Estaré a tiempo todavía? Ese interrogante no sale ni un segundo de mi cabeza. Pero si estoy haciendo este viaje es porque no pierdo la esperanza, aunque sé que es muy difícil. Porque eso también me lo inculcaron mis padres. A no rendirme. A luchar por lo que amo. ¿Será tarde? Espero que no, Jackie. Tengo muchísimo amor para darte, hijo. Quiero cambiar y quiero que vos también me sigas enseñando. Como aquel sábado que jamás olvidaré. Ojalá no sea tarde, hijo.
* * *
Agarro de la guantera el trozo de papel con la dirección. Allí la había anotado el día de la mudanza. Lynn, de forma rápida casi como para sacarme de encima, me la había dicho: Goodwood Ave 7110. Nunca había venido a Baton Rouge. A grandes rasgos, y lo que observo desde la camioneta, me gusta. Es muy pintoresca, observo comercios de todo tipo, muy variados. Siento que es un cambio para bien, y eso me reconforta. Había hecho, erróneamente, un prejuicio sobre esta ciudad. Tiemblo el doble que antes. Estoy cerca, muy cerca. Hablo en voz alta, como repitiendo un speach. "Es tu vida, hijo. Este tiempo me ayudó a ir entendiéndolo. Soy tu padre, sí. Pero es tu vida y sos libre de hacer lo que quieras". Así, palabras más, palabras menos. Como si estuviera exponiendo enfrente de una clase. Yo no soy de los que piensan en voz alta, lo hago para adentro. Después pienso si es correcto que vaya preparado, si de verdad conviene. O si mejor debo dejarme llevar, ser espontáneo. Qué dilema, no lo sé. Por las dudas, algo tengo preparado. Espero que no se me seque la boca. Espero poder hablar. Claro, si es que Jack está... ¿Estará?
* * *
Llegué. Creo que me falta un poco la respiración. Acabo de bajarme de la camioneta. La dejé en la esquina de la casa de Lynn. Camino algunos pasos y estoy totalmente en blanco. No pienso en nada. Camino por inercia. Estoy a treinta metros. Creo que no estoy listo para esto. ¿Y si me vuelvo? No, no puedo ser tan cobarde. Yo me gané estar viviendo esto, no puedo huir. Me hago la señal de la cruz y miro al cielo. Instinto puro, yo nunca hago eso. Llegué. Qué linda casa. Con muchas plantas y un jardín en la parte de adelante. No podía ser de otra forma, Jackie. Es coqueta y seguramente muy acogedora. Lynn siempre tuvo buen gusto, esta no es la excepción. Hay un caminito que atraviesa el jardín hasta llegar a la puerta. Estoy más cerca que nunca. Hijo, ojalá me abras. Es lo único que deseo. Tiemblo. Estoy enfrente de la puerta y la golpeo tres veces. ¿Quién va a salir? Me vuelvo a hacer la señal de la cruz. Escucho del otro lado ruido de llaves. Tiemblo como nunca. Se abre la puerta. Lastimosamente, no es Jack. Y estoy sorprendido, no esperaba que me abriera la madre de Lynn. Apenas me vio, sus ojos oscuros se agrandaron como dos pelotas de fútbol. La agarré desprevenida, claro está. No se esperaba mi visita.
—Allie, buenos días... ¡Tanto tiempo! ¿Cómo estás? —dije—. ¿Qué haces aquí? Vengo a ver a Jack, no sé si estará...
—Hola, Dan. Acá ando. Lo mismo pregunto... ¿qué haces tú aquí? Mi hija y mi nieto no están.
—¿Ah, no? ¿A dónde fueron?
—No puedo decirte, querido. Lynn me advirtió que no le abriera ni diera información a nadie. Estoy aquí, cuidándoles su hermoso hogar por algunos días.
—¿Sabes cuándo regresarán?
—Sí, claro. Pero no puedo decírtelo. ¿Tú cómo estás? No supe mucho más de ti después del lamentable episodio con Jack. Te conozco, eres de buena familia, con buenos valores y cuando me enteré no pude creerlo, Dan. Quedé shockeada. Sabes que te aprecio, siempre tuvimos una gran relación. Pero jamás me imaginé algo así. Fue muy duro para él que su padre le hiciera tanto daño, no solo físico, también psicológico. Y también para Lynn, que al igual que yo, nunca pensó que reaccionarías así. Ambos necesitaron y siguen necesitando contención. La que tú no les pudiste dar. Y yo intento estar lo máximo posible con ellos, verlos contentos, que estén distraídos. Con el correr del tiempo, van a ir estando cada vez un poco mejor. Son tiempos muy complicados, necesitan paz y tranquilidad. No me parece correcto de tu parte que vengas aquí así como si nada y cuando se te antoja. No está bien, Dan. Hiciste mucho daño y entiendo que quieras remendarlo. Pero quiero que sepas que Lynn y Jack necesitan tiempo, necesitan espacio. Aparecerte abruptamente en la puerta de la casa no es la solución.
—Allie, sé todo lo que hice, sé todo el mal que causé. Viajé más de ocho horas sin saber si lo encontraría. Porque la culpa me está comiendo. Por las noches no duermo bien. Me encantaría poder volver el tiempo atrás, pero lamentablemente no puedo. No sé si podré recuperar la relación que tenía antes con Jack, pero quiero intentarlo. Quiero que él y Lynn sepan que cambié, que estoy arrepentido de haberme comportado como un idiota. Que soy terco, pero no soy el dueño de la vida de mi hijo. Que mientras no le haga mal a nadie, él es libre y puede hacer lo que quiera. Es joven y tiene una vida por delante para disfrutarla a su manera.
Ya compungido por todo lo que me había dicho Allie, a medida que las palabras iban saliendo de mi boca, cada vez me ponía más tenso, más triste. Mi ex suegra pudo notarlo, se dio cuenta de que todo era genuino y se acercó para darme un abrazo sentido y muy afectuoso. De esos que hacía mucho no me daban.
—Deja que las heridas terminen de cicatrizar —dijo Allie—. Respeta los tiempos que sean necesarios. Cuando mi hija y Jack regresen, les comentaré que anduviste por aquí. No te preocupes por mí, cariño. Hablaré bien de vos, les diré cómo te vi y qué noté de ti. Ojalá que todo sea para mejor.
Volvió a abrazarme y se adentró en la casa de su hija para ya despedirme.
—Chau, Dan. Nos mantenemos en contacto. —dijo Allie—. No hagas estupideces. Nos vemos aquí en dos semanas.
—Hasta luego, Allie. Gracias. Nos vemos pronto —respondí disimulando mi estado de confusión extremo, y me retiré por donde llegué.
¿En dos semanas? ¿Aquí? ¿Para verme de vuelta con Allie? ¿Estará mi niño? Me encuentro totalmente desorientado, pero estas son las reglas del juego. Pequeño Jackie, no voy a parar hasta que nos volvamos a ver. Deseo, con todo mi corazón, que sea pronto.
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