"El Tomba" - Cuento propio

Consigna: "Elegir una de las fotos que encontraron del archivo familiar/personal: Contar un cuento en el que la foto sea el testimonio de un secreto inconfesable".


El Tomba

Año 2005, 2 de marzo. Ese día nació Nicolás, el tercero y más chico de mis hermanos. Yo apenas tenía 5 años, era un niño. Se me vienen flashes fugaces a la memoria pero los respaldo con los miles de videos y fotografías que tenemos. También con lo que me relatan mis papás. Estaba muy ansioso por que llegara mi hermanito. Ya no iba a ser el más chico. La fábrica, como le decían a mi mamá, se cerraba con el cuarto. Es hasta el día de hoy que muchos siguen sorprendiéndose y responden: "¿¡Cuatro varones!? Qué paciencia, mujer". Y verdaderamente, tienen razón...
Nico llegaba para seguir agrandando la familia. Pese a que mi mamá reconoció que le hubiese gustado tener una nena parecía que la historia para ella estuvo siempre escrita: todos hombres. 
Fue un gordito hermoso. Me acuerdo como si fuera ayer cuando lo sostuve por primera vez. Son enormes alegrías que te da la vida. Ya podíamos armar un equipo de fútbol cinco con mi papá al arco. Porque si bien de chico jugaba mucho con miles de autitos, siempre mi mejor juguete fue la pelota. Con Agustín y Ramiro le sacamos chispas al jardín de nuestra casa anterior. Vivíamos en el patio peloteando. No nos cansábamos. Es que claro, cuando sos chiquito tenés una reserva de energía que durante el día es inagotable. A veces, los partidos terminaban con incidentes y debía intervenir la árbitra Virginia o el árbitro José Luis para alivianar los tantos. 
Y Nico seguramente cuando creciera venía para sumarse a los partidos. Yo lo iba a querer siempre de mi lado, lo iba a defender a capa y espada de las ocurrentes trampas que me propinaban mis hermanos mayores. No iba a hacer lo mismo yo con él. O capaz sí, pero no tantas como las que me hicieron...
Y si de fútbol hablamos, en una casa de futboleros, también me ponía feliz el hecho de que llegara otro hincha de Racing. De que los cuatro hermanos y papá pudiéramos disfrutar de la pasión que implica este hermoso club. Mi cara de alegría denota esto. "Nací campeón", dice la remerita que le puso mi viejo cuando nació. La misma que le puso a Agustín, a Ramiro y a mí. La que agradecemos de por vida. Porque, como bien dice una bandera, esta es nuestra herencia más rica. Y llegaba Nico para sumarse al barco académico. Y de hecho se subió durante muchísimos años. Porque claro, las camisetas, los shorts, las medias celestes y blancas nunca faltaron en nuestros cuerpitos. Y en el de Nico tampoco. 
Pero quién diría que a él no lo iban a enamorar estos colores, nuestra cancha, nuestras canciones. Porque, cuando ya era un poco más grande, con tres o cuatro años, supimos ir todos juntos al Cilindro. Lo pudo vivir con todos nosotros. Todos muy fanáticos de Racing. ¿Quién diría que él quería escribir su propio camino desde cero? ¿Quién diría que no iba a ser uno más de nosotros? ¿Quién diría que se iba a enamorar de otro club? Hasta el día de hoy sigo contando esta historia y, persona que la escucha, persona que se sorprende. En el año 2011, un verano en Villa Gesell empezó todo. Él tenía seis años recién cumplidos. Con mi abuelo, un anti-Boca profesional, estaban viendo un partido correspondiente al campeonato. Jugaba Boca en La Bombonera. El público visitante estaba permitido. Y esa tarde, el Xeneize se comió un baile inimaginable. Porque Boca en La Bombonera siempre es favorito, siempre es de temer. Y más aún con ese equipo; con Battaglia, Riquelme, Palermo. Pero ese día no fue así. Enfrente tuvo a un equipo que no fue a especular, que fue protagonista en todo momento y que se lo llevó puesto. Un equipo y un club que venían haciendo las cosas bien hacía ya un tiempo largo. Un equipo que esa calurosa jornada llevó más tres mil personas desde la provincia de Mendoza. Sí, ese fue el click. Ahí se enamoró de ese club que había hecho historia en La Boca. Ahí empezó todo y es hasta el día de hoy que no se pierde ni un solo partido. Quizá era un presagio... La remerita azul de Racing la cambió por la camiseta azul y blanca a rayas de su queridísimo Godoy Cruz. 
Ya tuvo la oportunidad de verlo en Buenos Aires cuando el Tomba vino a jugar acá. Pero todavía hay una cuenta pendiente: ir a Mendoza y cumplirle el sueño de que pueda vivir y sentir la pasión en su tierra y con su gente. 





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