"Sin salida" - Cuento propio
Consigna: Elegir uno de los siguientes comienzos:
"Estaba haciendo calor, el sol le estaba quemando la nuca".
"Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo".
"Una mañana de junio de 1872, temprano, asesiné a mi padre, acto que me impresionó vivamente en aquella época".
Escribir un cuento que empiece con la frase elegida y que incluya alguna de las siguientes conjuntos de oraciones (en el mismo orden):
"Estaba haciendo calor, el sol le estaba quemando la nuca".
"Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo".
"Una mañana de junio de 1872, temprano, asesiné a mi padre, acto que me impresionó vivamente en aquella época".
Escribir un cuento que empiece con la frase elegida y que incluya alguna de las siguientes conjuntos de oraciones (en el mismo orden):
a. Veo encuentros. - Una herida grave. - Tiene miedo.
b. Se oye música. - Números de muchas cifras. - Somos pocos.
c. Hace frío. - Se divisa un velero. - No quiero.
Sin salida
Estaba haciendo calor, el sol le estaba quemando la nuca. Se trataba de la jornada más calurosa en lo que iba del año, superando por amplio margen los cuarenta y cinco grados centígrados. Era una completa odisea, solamente comparable con el desierto más caliente del mundo e insalubre para cualquiera que tuviera que movilizarse. Y ese era el caso de Rayhán. Para su infortunio, ese día era el que se había establecido para que diera por terminado "El Pacto G".
En motocicleta, debía atravesar la no tan pequeña ciudad kuwaití y empezar a darle fin a la operación. La que había iniciado hacía exactamente seis meses con el único objetivo de tener la paz y el dinero que le habían prometido. La operación que, en una de sus fases, le había costado la vida a uno de los suyos y le había propinado una herida grave y casi fatal en el hígado a Rayhán.
El armamento ya lo tenía consigo, pero una vez que llegara al sitio en cuestión recibiría las últimas indicaciones. Experimentado como pocos, entendía que era una misión más en cuanto a la dificultad y a los movimientos. Olfateaba que nada podía salirse de control y eso le daba la tranquilidad y la frialdad propia de los mejores. Quería darle fin y dejar atrás, de una vez por todas, esa faceta oscura y secreta de su vida. Y nunca lo había sentido tan cerca. Nunca había recibido una promesa de ese calibre y, pese a no tener la máxima convicción de entrada, no podía desaprovechar semejante oportunidad. Porque, en su interior, esperaba que algún día llegara. Que se lo propusieran. Y él sabía que, sin importar los escollos que tuviera que atravesar, iba a darle para adelante.
El armamento ya lo tenía consigo, pero una vez que llegara al sitio en cuestión recibiría las últimas indicaciones. Experimentado como pocos, entendía que era una misión más en cuanto a la dificultad y a los movimientos. Olfateaba que nada podía salirse de control y eso le daba la tranquilidad y la frialdad propia de los mejores. Quería darle fin y dejar atrás, de una vez por todas, esa faceta oscura y secreta de su vida. Y nunca lo había sentido tan cerca. Nunca había recibido una promesa de ese calibre y, pese a no tener la máxima convicción de entrada, no podía desaprovechar semejante oportunidad. Porque, en su interior, esperaba que algún día llegara. Que se lo propusieran. Y él sabía que, sin importar los escollos que tuviera que atravesar, iba a darle para adelante.
Al llegar, tras varias dificultades en el camino, había notado rápidamente que la dirección que le habían pasado, en realidad, no existía. En las coordenadas donde debía encontrar el búnker clandestino, solamente veía encuentros religiosos entre varias mujeres que parecían familia. No podían haberse confundido tan burdamente. Y su olfato, siempre acertado, había fallado por primera vez en ocho años. En situaciones límites, una equivocación así, te costaba la vida. Pero rápidamente supo que no se trataba de un desacierto comunicacional ni de organización, sino que todo había sido adrede. Que todo ya había sido planeado y que los getzeis se habían adelantado. Pero no solamente un paso adelante. Los G estaban a punto de ganar el juego. Y, pese a que todo lo internalizó con ligereza, ni bien había pisado aquel barrio, todo ya era demasiado tarde. Todo había sido una fantástica puesta en escena por parte de los getzeis. Desde la elección del día, del lugar, de las coordenadas, de los encuentros religiosos, de las dificultades para comunicarse con su gente durante el viaje. Intentó escabullirse y esconderse por la zona, pero nada de lo que pudiera hacer tenía sentido. Estaba rodeado por cualquier lado y sabía que sus horas estaban contadas. Todo lo que pudiera hacer, era en vano. Había sido un chancho que, sin saberlo, había arribado al matadero. Por primera vez desde que decidió seguir este camino, el de los asesinatos, el de la sangre, el de las armas, por primera vez, tuvo miedo. Porque Rayhán vio en cuestión de segundos pasar su vida por delante. No iba a permanecer mucho tiempo más en ese callejón. Más temprano que tarde lo iban a encontrar. Haber ido hasta allí fue meterse en un callejón... sin salida.
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