Mis salidas de casa
Mi primera excursión fuera de casa data recién del 31 de mayo. Y la última vez que salí había sido el 19 de marzo. Ni me voy a tomar el esfuerzo de contar los días con exactitud porque es frustrante. Pese a que me considero "casero", esto ya había sobrepasado los límites. Hasta ese día, ni siquiera había estado en la vereda. Lo más cercano al "afuera" fue en el patio de casa, cuando salía a jugar al ping pong con mis hermanos o a pasar el rato con mi gata y mis dos perros. Pero el 31, por fin salí y mientras caminaba y respiraba -exageradamente- el aire como si fuese el de la costa, pensaba cuánto había extrañado eso tan rutinario y natural en mí: salir a comprar. Ese día, por pedido de mis papás, fui a la panadería en busca de un kilo de pan. En el transcurso de mi aventura, miraba las casas de los vecinos y comercios con demasiada atención. Creo que quería ver si algo había cambiado en el barrio. Como si hubiera vuelto a casa después de haber estado un tiempo largo fuera de ella. Bueno, en este caso, sucedió todo lo contrario. Y todo seguía igual, claro. ¿Qué podía llegar a cambiar, no? La Iglesia seguía, los negocios (cerrados) también. Al llegar a la Avenida Maipú noté demasiada circulación. Imaginaba menos. O capaz, quería que hubiese menos. Tras caminar cinco cuadras, llegué a la panadería. En la puerta tenía pegado un cartel que indicaba que solamente podían ingresar quienes tuviesen tapabocas. Habían dos personas en el local, y por lo tanto entré. Fui alrededor de las cinco de la tarde. Por suerte, todavía habían mignones. Compré y me puse alcohol en gel apenas toqué los billetes. Y lo hice por dos motivos. Primero, por una cuestión higiénica, obvio. Y segundo, porque apenas lo compré y noté que estaba caliente, sabía que era una obligación probarlo apenas saliera de la panadería.
Segunda salida: 4 de junio
Esta vez fue por la mañana, a eso de las diez y media y con menos recorrido. Desayuné mi clásico café con leche y dos tostadas con mermelada y mi mamá me pidió si podía ir al supermercado chino. Leches, un paquete de queso rallado, yerba y algunas galletitas. Esta vez, caminé tres cuadras. Me acuerdo que cuando entré, me sorprendí al ver que el cajero estaba dentro de una especie de cápsula formada con un nylon transparente. Sinceramente, desconocía esa implementación.
Segunda salida: 4 de junio
Esta vez fue por la mañana, a eso de las diez y media y con menos recorrido. Desayuné mi clásico café con leche y dos tostadas con mermelada y mi mamá me pidió si podía ir al supermercado chino. Leches, un paquete de queso rallado, yerba y algunas galletitas. Esta vez, caminé tres cuadras. Me acuerdo que cuando entré, me sorprendí al ver que el cajero estaba dentro de una especie de cápsula formada con un nylon transparente. Sinceramente, desconocía esa implementación.
Comentarios
Publicar un comentario