Diario de escritores

Consigna: Para el Diario de escritor@s: Describir la expresión de un rostro que hayan visto por primera vez esta semana, focalizar en algún rasgo que les haya llamado la atención. 

    Todos los lunes, alrededor de las tres y media de la tarde, pasa por casa el sodero. Ayer, luego de -creo- dos meses y medio, volví a ser yo quien los atendió. No sé muy bien por qué me ausenté en este tiempo, pero últimamente se estuvieron encargando mis papás. Nos bajaron dos bidones de agua y seis sodas. Son siempre los mismos dos muchachos los que pasan por casa: uno de casi cincuenta años, canoso y de ojos claros; el otro tiene mi edad, morocho e hincha de Independiente. Ambos son muy simpáticos y suelo charlar con ellos algunos minutos en la puerta de casa. "¿Cómo estás, che? Tanto tiempo...", comenzó la conversación. A Hernán, el más grande, lo noté con más canas. A Fede lo vi exactamente igual. Esta vez, me quedé hablando, sobre todo, con el del Rojo. La última vez que nos habíamos visto me había traído un fernet y dos botellas de Coca-Cola. Resulta que en la previa del último Clásico de Avellaneda que Racing ganó 1-0, por iniciativa de él, habíamos realizado esa apuesta. Pese a que se demoró con la entrega del premio, fue buen perdedor y pagó, je. Hablamos un poco de fútbol y, obviamente, le volví a recordar entre risas, detalles de aquel partido disputado en febrero. Nos saludamos (con el codo), y con la buena onda de siempre, se marcharon deseándome una buena semana. Fue un lindo momento. Ya me había desacostumbrado al trato cara a cara con otras personas fuera de mi familia.





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