Diario de escritores
Consigna: Para el DIARIO de escritores: elegir una actividad cotidiana, que hagan todos los días, por ejemplo, preparar el mate. Describirla con el mayor detalle posible, cada día.
Veamos qué sale...
Domingo 31 de mayo
No suelo sacarle provecho generalmente a este día. Me levanté al mediodía, cercano a la hora del almuerzo. Claro, me quedé hasta tarde con Netflix. Fue una maratón bastante extensa de Friends. Comimos fideos al horno. Una de las especialidades de mi mamá. Le pone entre tres y cuatro quesos distintos y éstos derretidos dan como resultado un sabor exquisito. Estaba muy lleno y todavía con sueño. Pero no me gusta recostarme apenas termino de comer. Cuando lo hago, después el estómago me pasa factura. A la tarde, estuve un rato con la Play. Hacía mucho que no la prendía. No me fue muy bien.
Lunes 1 de junio
Finalmente, y con todas las medidas de prevención sanitarias, abrimos nuestro negocio de piletas. Por distintas situaciones que lamentablemente nos excedieron, tras muchísimos años en Debenedetti, nos vimos obligados a mudarnos. Es un cambio brusco. El negocio allá era inmenso. Ahora, nos las rebuscamos, y tras meses y meses de arduo e intenso trabajo y preparación en la puesta a punto, levantamos las persianas en el garage de casa. En realidad, ya no es el garage. Es el nuevo negocio: Pileteando. Se redujeron las dimensiones, pero quedó todo muy lindo. Estamos muy felices. Continuamos con el rubro familiar que empezó mi abuelo hace más de 50 años. Lo atendemos entre mis papás, mi hermano y yo. Pronto, y si Dios quiere, se sumará mi abuela. Somos los de siempre, en el barrio de siempre, pero nos trasladamos hacia el lado de Avenida Maipú. Nuestros clientes de toda la vida ya saben dónde estamos. La gente pasa y relojea. Se va familiarizando con el nuevo comercio. Entraron algunas personas. Eso me puso muy contento.
Martes 2 de junio
Ahora tengo una nueva responsabilidad diaria: la franja horaria matutina me pertenece a mí. Ayudo a mis papás en lo que me pidan, trato de estar al pie del cañón. Reconozco, igualmente, que me cuesta y mucho volver a madrugar. Es que claro, es algo totalmente inusual en mis días durante el desarrollo de esta cuarentena. Me levanto a las nueve menos veinte. En realidad, a esa hora suena la alarma. Suelo apagarla y quedarme haciendo fiaca en la cama unos cuantos minutos más. Desayuno café con leche y generalmente galletitas, y luego abro el negocio. Allí, pese a que obviamente es temporada baja, siempre hay cosas por hacer. Pileteando es mi nuevo compañero de mañanas.
Miércoles 3 de junio
Los miércoles, a las diez de la mañana, tengo clases virtuales de Historia y luego paso, sin escalas, a la de Taller. Mis papás lo saben. Me dejaron quedarme en mi cuarto y estar en ambas clases. Me reemplazó Ramiro, mi hermano. Bajé exclusivamente para prepararme el café. Sin él, se me hace imposible arrancar.
Jueves 4 de junio
Sonó el despertador. Esta vez me costó más de lo normal despegarme de la cama. Me levanté con frío, pese a que había dormido bastante abrigado. Desayuné, esta vez, más apresurado. Me lavé los dientes y abrí el negocio.
Viernes 5 de junio
Vinieron a colocar unos vidrios e ingresó mercadería que ya habíamos pedido. Entraron personas y compraron. Cerré, como todos los días, a la una en punto. Me lavé las manos y me dirigí al living. El almuerzo estaba listo: milanesas con ensalada. Probablemente, una de las combinaciones que más me gustan. La ensalada era de lechuga, tomate y cebolla.
Después de un rato de digestión, dormí una siesta espléndida. Creo que duró tres horas. De esas que cuando apenas te levantás sin revisar el celular, no tenés idea qué hora es. La noción del tiempo la perdés por algunos segundos... Eso indica que fue una gran siesta, sin dudas.
Sábado 6 de junio
Leí textos para la facultad. Adelanté lecturas de las tres materias que estoy cursando. Lo considero un día productivo. A la mañana, café. Por las tardes, mate. Mis desayunos y meriendas ya están predeterminados de esa forma. No creo que llegue el día en que rote. O capaz sí...
Domingo 7 de junio
Mucho Instagram y Twitter. Subí bastante contenido a las redes de mi página de Racing. Me gusta mantenerla actualizada.
Jueves 18 de junio
Retomo el diario. Escribo de frente a los autos que pasan y a las hojas secas que caen en mi vereda. Hoy no hay tantas personas caminando. Arranqué el día con mi tradiconal café y me preparé dos tostadas con mermelada de frutilla. Estoy con la notebook, en el mostrador del negocio. Aprovecho los pocos ratos libres que tengo. Las tareas son variadas y me encargo de ellas. El día está gris. A la madrugada llovió incesantemente, parecía que se caía el mundo. Son casi las once de la mañana y acabo de recibir una noticia que me dan ganas de que ya sea la una: hay milaneas.
Veamos qué sale...
Domingo 31 de mayo
No suelo sacarle provecho generalmente a este día. Me levanté al mediodía, cercano a la hora del almuerzo. Claro, me quedé hasta tarde con Netflix. Fue una maratón bastante extensa de Friends. Comimos fideos al horno. Una de las especialidades de mi mamá. Le pone entre tres y cuatro quesos distintos y éstos derretidos dan como resultado un sabor exquisito. Estaba muy lleno y todavía con sueño. Pero no me gusta recostarme apenas termino de comer. Cuando lo hago, después el estómago me pasa factura. A la tarde, estuve un rato con la Play. Hacía mucho que no la prendía. No me fue muy bien.
Lunes 1 de junio
Finalmente, y con todas las medidas de prevención sanitarias, abrimos nuestro negocio de piletas. Por distintas situaciones que lamentablemente nos excedieron, tras muchísimos años en Debenedetti, nos vimos obligados a mudarnos. Es un cambio brusco. El negocio allá era inmenso. Ahora, nos las rebuscamos, y tras meses y meses de arduo e intenso trabajo y preparación en la puesta a punto, levantamos las persianas en el garage de casa. En realidad, ya no es el garage. Es el nuevo negocio: Pileteando. Se redujeron las dimensiones, pero quedó todo muy lindo. Estamos muy felices. Continuamos con el rubro familiar que empezó mi abuelo hace más de 50 años. Lo atendemos entre mis papás, mi hermano y yo. Pronto, y si Dios quiere, se sumará mi abuela. Somos los de siempre, en el barrio de siempre, pero nos trasladamos hacia el lado de Avenida Maipú. Nuestros clientes de toda la vida ya saben dónde estamos. La gente pasa y relojea. Se va familiarizando con el nuevo comercio. Entraron algunas personas. Eso me puso muy contento.
Martes 2 de junio
Ahora tengo una nueva responsabilidad diaria: la franja horaria matutina me pertenece a mí. Ayudo a mis papás en lo que me pidan, trato de estar al pie del cañón. Reconozco, igualmente, que me cuesta y mucho volver a madrugar. Es que claro, es algo totalmente inusual en mis días durante el desarrollo de esta cuarentena. Me levanto a las nueve menos veinte. En realidad, a esa hora suena la alarma. Suelo apagarla y quedarme haciendo fiaca en la cama unos cuantos minutos más. Desayuno café con leche y generalmente galletitas, y luego abro el negocio. Allí, pese a que obviamente es temporada baja, siempre hay cosas por hacer. Pileteando es mi nuevo compañero de mañanas.
Miércoles 3 de junio
Los miércoles, a las diez de la mañana, tengo clases virtuales de Historia y luego paso, sin escalas, a la de Taller. Mis papás lo saben. Me dejaron quedarme en mi cuarto y estar en ambas clases. Me reemplazó Ramiro, mi hermano. Bajé exclusivamente para prepararme el café. Sin él, se me hace imposible arrancar.
Jueves 4 de junio
Sonó el despertador. Esta vez me costó más de lo normal despegarme de la cama. Me levanté con frío, pese a que había dormido bastante abrigado. Desayuné, esta vez, más apresurado. Me lavé los dientes y abrí el negocio.
Viernes 5 de junio
Vinieron a colocar unos vidrios e ingresó mercadería que ya habíamos pedido. Entraron personas y compraron. Cerré, como todos los días, a la una en punto. Me lavé las manos y me dirigí al living. El almuerzo estaba listo: milanesas con ensalada. Probablemente, una de las combinaciones que más me gustan. La ensalada era de lechuga, tomate y cebolla.
Después de un rato de digestión, dormí una siesta espléndida. Creo que duró tres horas. De esas que cuando apenas te levantás sin revisar el celular, no tenés idea qué hora es. La noción del tiempo la perdés por algunos segundos... Eso indica que fue una gran siesta, sin dudas.
Sábado 6 de junio
Leí textos para la facultad. Adelanté lecturas de las tres materias que estoy cursando. Lo considero un día productivo. A la mañana, café. Por las tardes, mate. Mis desayunos y meriendas ya están predeterminados de esa forma. No creo que llegue el día en que rote. O capaz sí...
Domingo 7 de junio
Mucho Instagram y Twitter. Subí bastante contenido a las redes de mi página de Racing. Me gusta mantenerla actualizada.
Jueves 18 de junio
Retomo el diario. Escribo de frente a los autos que pasan y a las hojas secas que caen en mi vereda. Hoy no hay tantas personas caminando. Arranqué el día con mi tradiconal café y me preparé dos tostadas con mermelada de frutilla. Estoy con la notebook, en el mostrador del negocio. Aprovecho los pocos ratos libres que tengo. Las tareas son variadas y me encargo de ellas. El día está gris. A la madrugada llovió incesantemente, parecía que se caía el mundo. Son casi las once de la mañana y acabo de recibir una noticia que me dan ganas de que ya sea la una: hay milaneas.
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