Microcuento "Viaje de ida" y otras versiones

Viaje de ida

“… Siguiendo el camino tal cual te lo he indicado y respetando cada una de las pautas, habrás llegado al Monasterio de Nuestra Señora de Valdeflores. No importa si te recibe un monje, una monja o quien sea. No reveles tu identidad y tampoco menciones de dónde eres ni por qué estás ahí. Suelen interrogarte, pero no brindes información alguna. Mientras más rápido te deshagas del libro y de las escrituras va a ser mejor. Estando en nuestro poder, corremos peligro. Confío en ti, eres un buen muchacho”. 

Sumamente deteriorado y en un estado casi indescifrable fue hallado ese trozo de papel a casi tres kilómetros del edificio religioso, en las adyacencias del Monte de San Roque.



Otras versiones

Género romántico: 

Sabiendo las dificultades y los peligros que ese viaje conllevaba, el muchacho había decidido ir al pueblo de su prometida y pasar la noche con ella sin decirle absolutamente nada de lo que le esperaba. Ni a su prometida ni a ningún allegado. Solamente para disfrutar, para sentir el calor de su piel y de sus besos. Para manifestarle una vez más lo mucho que la amaba, lo mucho que deseaba una vida a su lado. Quería una noche soñada con el amor de su vida. Esa persona por la que no se cansó de luchar. Porque para él, el amor hacia ella era su mayor alegría, su mayor satisfacción. Su amor hacia ella era más fuerte que todo y necesitaba estar esa noche lo más cerca posible.


Género policial:

La autopsia reveló la muerte a sangre fría del muchacho a casi un kilómetro de donde habían encontrado el papel con la orden. Las investigaciones comenzaron hace tan solo un par de horas y el área donde se llevó a cabo el siniestro está restringida. La policía busca huellas en el camino de tierra donde fue hallado el cuerpo y ya trabaja con los posibles testigos. Sostienen que alguien pudo haber escuchado o visto algo desde el Monte de San Roque.


Género fantástico:
Siempre alerta, el Gigante de la ciudad, desde la otra punta fue quien evitó el delito. Hacía tiempo que no ejercía el rol de justiciero que supo llevar a cabo durante mucho tiempo. Con sus binoculares, mientras disfrutaba de sus ratos de ocio intentando ver lo que pasaba abajo, pudo observar la escena a la perfección. Al pobre iban a clavarle una espada desde atrás pero su grito feroz, justo a tiempo, hizo que el criminal volara por los aires hasta llegar sin escalas a prisión.