"Nuevas tesis sobre el cuento", de Ricardo Piglia
Análisis
En “Nuevas tesis sobre el cuento”, Ricardo Piglia comienza
explicando de qué tratará su relato. Hará foco en los finales de los cuentos (secretos)
y deja en claro que las tesis fueron inspiradas en Jorge Luis Borges y en la
manera que tenía él de darle fin a sus narraciones, con previos principios de
espera y tensión que siempre se hacen presentes: “siempre con ambigüedad, pero
a la vez siempre con un eficaz efecto de clausura y de inevitable sorpresa”.
También nombra a otros autores como Kafka o Hemingway e
imagina y plantea, en base a su estilo narrativo, cómo habría contado
determinada historia, desde qué punto de vista, con qué rasgos y detalles la
habría desarrollado (“cada narrador narra a su manera lo que ha visto ahí”).
¿Por qué nombra como secretos a los finales de los cuentos? Así
está estructurado el sentido de un relato, dice Piglia. Algo está, pero
escondido, oculto, e irrumpe en el final. Cuando se revela, se produce un giro
drástico en el argumento que previamente fue narrado, como ocurre en “Siete
noches”. Lo que en principio parece ser una triste conversación entre dos
amigos, cambia absolutamente de sentido al conocerse en el final que una de las
manos de los individuos que tenía escondida en el saco era en realidad una
garra de pájaro. Es decir, ese elemento que se narra en el origen del cuento va
siendo postergado hasta llegar al desenlace.
Porque ahí se encuentra el “arte de narrar”, en postergar, mantenerlo
secreto y hacerlo aparecer cuando nadie se lo imagina. Y por esto, Piglia habla
de que este arte “se funda en la lectura equivocada de los signos”. Esos signos
que el autor emplea para distorsionar la percepción del lector, para desviar su
atención, desorientarnos con recursos típicos como la elipsis, la espera y la
tensión para que recién en el final surja en su horizonte una realidad
totalmente desconocida. Ahí conocemos la historia y podemos concluir.
Para Borges, y volviendo al “arte de narrar”, esto gira sobre un doble vínculo: oír un relato
que se pueda escribir y escribir un relato que se pueda contar en voz alta. Que
haya un interlocutor presente que haga el sobreentendido, como no ocurre en las
novelas. Que este interlocutor mantenga con el desarrollo de la lectura una
esperanza de epifanía, donde espera algo que puede resultarle inesperado (como
por ejemplo la irrupción en el final de un personaje que originó la intriga en
el transcurso del relato). Frente a esto me animo a preguntar… ¿Siempre se
busca que el lector posea esta “esperanza de epifanía”? ¿O a veces no es
necesaria? ¿Qué otros recursos se emplean para que esta esté presente a la hora
de leer un relato?
Por último, Piglia
sostiene que “los finales son formas de hallarle sentido a la experiencia”. Esa
experiencia que puede cambiar de un momento a otro, con un desvío, con cambios
de ritmos, con apariciones externas, con palabras ciegas. Son muchos y variados
los procedimientos que poseen los narradores para que los lectores finalmente
lleguen a descifrar esa trama que parecía oscura, y que termina iluminándose en
el epílogo. O que bien parecía ser la trama acertada, pero que al fin y al
cabo, no era la que les estaba destinada. Cuanto más “despistado” se encuentre
el lector, mayor será ese impacto de revelación en el final. Y ahí está la
capacidad de cada escritor, en ver qué formas utiliza para poder lograrlo.
Comentarios
Publicar un comentario