Mucho por recorrer

Soy Juan Spinelli Riso. Tengo 20 años y soy el tercero de cuatro hijos varones. Nací una tarde del 2 de diciembre de 1999 en el Sanatorio Otamendi, situado en la Capital Federal. Vivo en Olivos, con mis papás (Virginia y José Luis) y con dos de mis hermanos (Ramiro y Nicolás). Agustín, el mayor, en abril del año pasado se fue a vivir a un departamento con Sofía, su novia. Al principio fue bastante raro y difícil asimilar el hecho de que él ya no iba a estar en el día a día con nosotros. Ese cambio es demasiado abrupto. Su ausencia en casa se siente. Pero sé cuánto deseó y esperó ese momento y eso a uno lo reconforta. La felicidad de mis hermanos también es la mía. Siempre fue así porque siempre fui y sigo siendo muy compañero con ellos.

Soy muy familiero. Me gusta estar en casa, tomar mates, leer, jugar a la play. Mis abuelos (fundamentalmente los papás de mi mamá) son todo para mí al igual que mis papás y hermanos, y el amor que les tengo difícilmente pueda explicarlo. Me crié con ellos. Mi vida está marcada en gran medida por momentos y anécdotas vividas con Nélida (“La Abu”) y con Gianni (“El Nonno”), a quien tuve la desgracia de perder este año y a quien cada día que pasa extraño un poco más. No pudieron haberme tocado mejores y le doy gracias a la vida por eso. Los besos, los abrazos y los consejos de mis abuelos siempre fueron y seguirán siendo un mimo al corazón. Muestra más pura y genuina de amor no creo que haya.

Me considero una persona responsable y autoexigente. Lo que hago me gusta hacerlo bien. Disfruto cuando las cosas me salen como las planeo. En cualquier ámbito de la vida. Y también suele ser grande la frustración y la bronca conmigo mismo cuando no se da todo como lo deseo. No hay punto medio aunque admito que me encantaría poder sobrellevar ciertas cuestiones con mayor tranquilidad y más relajado, sin ponerme tanta presión ni castigarme pensando en “que hubiera pasado si actuaba de tal manera en vez de hacerlo de tal otra”. Y por esto pienso que pensar (en exceso) no está tan bueno. Puede ser contraproducente y autodestructivo. Yo trato de no hacerlo aunque me cueste. Busco las formas de despejarme y de encontrar mayor serenidad. Considero que todos tenemos esos “espacios” donde nos sentimos en paz, distendidos, en armonía. Charlas sanadoras con mis papás cuando siento la enorme necesidad de abrirme. Enorme porque no me destaco por ser una persona que se abre con facilidad. Caso contrario, si prefiero estar solo y desconectarme, mi cama termina siendo ese lugar de desahogo y la almohada una fiel compañera.

Los sábados a la noche de bares o boliches con mis amigos siempre son grandísimos planes. Me encantan los deportes y hacer actividad física al aire libre. Me despeja y me gusta ir al gimnasio, jugar al ping-pong, al tenis y sobre todo al fútbol. Amo el fútbol y es imposible que no mencione la mayor de mis pasiones: Racing. Lectoras y lectores, prometo no extenderme. En la cuna, cuando mi papá me puso el babero y la remerita celeste y blanca comenzó todo. Soy extremadamente fanático, desde antes de tener uso de la razón. Racing condiciona, con una victoria, empate o derrota, mi estado de ánimo y cómo arranco la semana. Puedo pasar de la alegría y del entusiasmo a la desazón y bronca en cuestión de segundos. Viví y sufrí épocas nefastas: pelear los puestos de abajo o merodear  la mitad de tabla era moneda corriente, como así también los pésimos manejos dirigenciales, y hasta estuvimos cerca de descender a la segunda categoría en 2008. Y pese a que todo esto que ocurría me entristecía, pese a que en el colegio era el blanco de todas las cargadas, mi amor por el club era todo el tiempo el mismo. A los otros les solía ir bien y a nosotros siempre algo malo nos pasaba. Pero mis ganas de seguir y alentar a Racing cada domingo aumentaban de forma inversamente proporcional a lo poquísimo que el equipo mostraba en cancha. Gracias a un cambio de paradigma encabezado por Diego Milito (mi máximo ídolo en el deporte), hace ya un tiempo, la historia afortunadamente empezó a cambiar, las buenas por fin empezaron a llegar. Estoy transitando la mejor época del club desde que llegué a este mundo (ya con tres títulos en mi haber). Sí, en mi haber. Siento como propio absolutamente todo lo que pasa y gira en torno al mundo Racing. Es una locura muy hermosa que no se explica, solamente se vive y se siente. Racing es alegría, pasión, fidelidad y fanatismo. Racing son los momentos con mi papá y mis hermanos. Compartirlo con ellos, ya sea en casa cuando es en condición de visitante como cuando vamos todos juntos al Cilindro, para mí es impagable. Cualquiera de mis problemas pasa a un segundo plano cuando estoy en la tribuna.

Soy un tipo respetuoso y con buenos valores gracias a la enseñanza que me brindaron y me siguen brindando mis padres. Soy curioso y con ganas de aprender todos los días, todo el tiempo. Introvertido y vergonzoso hasta que logro entrar en confianza. Un tanto terco y a veces egoísta. Me cuesta por momentos, aunque trabajo día a día para que no suceda, ponerme en el lugar del otro antes de decir y actuar. Puedo llegar a ser extremedamante inseguro de mí mismo. Soy sensible, aunque en ciertos momentos opte por no demostrarlo. Me gusta mucho vivir y transitar el día a día. A veces me da miedo proyectarme a futuro. La incertidumbre me inquieta y el miedo al fracaso está presente cuando lo imagino. Por eso prefiero disfrutar del ahora. De mi familia, de mis amigos, de las cosas que me gustan hacer. Estoy comenzando mi tercer cuatrimestre en la Facultad de Ciencias Sociales. Deseo seguir disfrutando del camino. Aún queda mucho por recorrer.

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